martes, 17 de noviembre de 2009

Espacios

Y sucedió que se fue haciendo cada vez más grande.
Apenas ese hueco se hizo evidente,
nuestros cuerpos y mentes
se fueron esparciendo hacia caminos diferentes.
Entre esa cama enorme cabía un mundo
y el silencio de muchas almas ahogadas.
Nuestro propio destino.
Ese frío y solitario espacio
nos vino a recordar tantas noches de desvelo,
de miradas ausentes,
de llantos inconclusos
y de una almohada que se deshacía en la indiferencia.
Y fue creciendo, como un hijo en el vientre,
un mudo fantasma de nuestros errores.
Y ahí se quedó.
El hueco de pronto impidió vernos.
Nos levantamos en la mañana
y ni siquiera reconocimos quien estaba al otro lado del espejo.
Yo tomé mis cosas,
con apenas un hilo de mi vida a cuestas.
Y me largué a llenarme con nuevos rincones.
Nunca supe que fue de tí.